jueves, 19 de marzo de 2009

LA LÁGRIMA DE LA FELICIDAD


Su mirada era tan intensa que parecía un mundo cerrado y oscuro, pero destacaba por su belleza. Parecía un joven tan seguro de sí mismo…

-¿Hola, jovencito, a quién estás buscando?

-He venido a traer estos papeles que el maestro de plástica me entregó para la señorita Steward.

-Gracias, déjalos encima de aquellos libros.

Al cerrar la puerta, el viento abrió la ventana y los folios se extendieron por toda la biblioteca. Al oír el golpe de la ventana, él regresó y me ayudó a recoger los papeles. Nos quedamos hablando un buen rato y le dije que habíamos recibido un nuevo paquete de libros de misterio. Si se quería podía llevarse alguno, pero me dijo que él nunca leía y tampoco quería leer porque tenía una enfermedad que se llamaba nerolibricazclo (personas que al escuchar y leer libros sienten dolor y tristeza por las personas queridas).

Me lo tomé como una broma pero investigué. En las clases, siempre miraba hacía en techo, su ropa era de color oscura y en los recreos se escondía detrás del patio y lo único que hacía era escuchar música, casi ni hablaba, parecía que sus letras valían dinero.

Un día, cuando se acabaron las clases, lo paré y le invité a tomar un refresco conmigo, con la excusa de preguntarle varias dudas que tenía sobre él. En mi bolso llevaba un libro, con la esperanza de que él lo leyese, pero me contó que toda su vida había sido amarga y triste desde un solo segundo antes de…

¿Antes de qué?

-¿Antes de que sucediera el qué Jack?

Mientras que las lágrimas acariciaban su cara me dijo:

-Era domingo, hacía un día tan bonito, con sol radiante; mis padres y yo nos fuimos de vacaciones a la montaña, a visitar a mi abuela porque era sus cumpleaños. Nos lo pasamos estupendamente. La cena fue deliciosa y por la noche nos quedamos mirando las fotos de cuando yo era chico. Cuando me fui a dormir, mi abuela vino y se sentó en su silla de siempre, a leerme otro cuento de misterio, como los que me solía leer pero, el libro que llevaba no era de misterio sino de dibujos lindos, de animales, de gente feliz del paraíso. Me dijo que ese me lo tenía que leer yo, porque ella ya no podía, ya que no veía las letras. Mientras me entregó el libro se murió. Juré que desde entonces ya nunca iba a leer.

-Sí, Jack, te entiendo, para ti eso ha sido una tragedia, pero ¿por qué no has intentado leer el libro que tu abuela te entregó?

-Porque tengo miedo de sufrir más…no, no…no puedo…

Le cogí la mano y le dije:

-Hazlo por el amor que le tienes a tu abuela.

Siempre llevaba el libro con él porque al tocarlo encontraba más fuerzas para vivir.

Así que empezó a leer.

Las lágrimas se le saltaban de los ojos. Le dije:

-¡No llores!

-No estoy llorando de tristeza, las lágrimas son de felicidad, felicidad que se la agradezco a usted señora Steward.

-No, yo solamente te dejé volar, dejé que abrieras tu corazón.

El misterio de Jack todavía sigue en secreto pero su corazón no.


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