Era un libro de bronce con decoraciones doradas. Cuando Mateo lo cogió entre sus manos, hubo algo que le resultó extraño: no tenía título. Mateo abrió en libro y en la primera página leyó: “Estas páginas están llenas de historias, cuentos y poemas, pero se están borrando poco a poco… Ya hasta se ha perdido el título…
Mateo, asustado tuvo una idea. Le pondría un título: “El libro perdido”, pero esa no era la solución.
-Entonces, preguntó Mateo al libro, ¿estás tratando de decirme que cuantas más historias pierdas más enfermo te pones? Pues es fácil, dime tus historias y yo las escribiré para que no se olviden.
-No, no puedes. Si mis páginas están en blanco, ¿cómo voy a acordarme? Conmigo morirá la fantasía, la aventura, la historia, la leyenda…Es un problema muy gordo. Faltan veinticuatro horas para que muera. Mateo, tú eres un niño muy inteligente y con mucha imaginación, por eso escribes historias fantásticas. Te elegí para pedirte ayuda. Tienes el poder para reescribirme. Eres el Elegido- susurró sin fuerzas el libro a Mateo en el oído.
- ¿pues entonces, que hacemos charlando?¡Venga, vamos!- respondió emocionado Mateo.
-¿De qué puedo escribir las historias?-preguntó Mateo.
- Pues de historias hermosas, de mundo maravillosos e inimaginables….¡de fantasía! Yo ya no me acuerdo de ellos, pero tú sí.
Mateo escribió hasta cansarse y la última historia del libro fue ésta que te cuento yo ahora. Así todos aquellos que cogieran “El libro Perdido” leerían la gran aventura de Mateo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario