miércoles, 15 de abril de 2009

Las noches de los libros


Marta cerró el libro. Llevaba toda la noche en vela, leyendo. Se acercó a la ventana y miró hacia el exterior, vio que había bajado la marea. Recordaba que la primera vez que fue a esa casa se prometió que esa sería su habitación; por las maravillosas vistas al mar que tenía y también porque en verano dejaba la ventana abierta y oía el sonido de las olas chocando contra las rocas; sonido que le relajaba.

Se había terminado el libro que estaba leyendo y que tanto le había enganchado pero no estaba feliz, bueno en cierto modo sí , sentía esa sensación cada vez que leía un libro que le gustaba . La sensación de que cuando leía el libro quería acabarlo para saber que ocurriría pero cuando lo acababa sentía que había abandonado a los personajes o que los personajes se habían marchado y que la aventura había acabado.

Esa lectura le había emocionado y le había gustado porque se había metido en ella, el autor le había llegado. Todos los profesores le decían que tenía una imaginación desbordante pero carecía de capacidad para transmitir estancias, sentimientos y otras cosas a través de las palabras; por lo que valoraba mucho más los libros y las aventuras que contaban.

Miró hacia su estantería colocada al lado de la puerta y decidió dejar el libro allí y al día siguiente comenzar con otro, no eso no lo haría decidió que quería disfrutar de ese libro y de aquel momento; debía haber entendido el libro.

Abrió el libro de nuevo y leyó la primera página hablaba sobre la muerte de un familiar para un tal Carlos; le sonaban esas palabras sí pero le pareció haberlas leído hace miles de años. Comenzó a imaginarse cómo serían los lugares donde se desarrollaba la historia, cómo serían los personajes y los sentimientos que cada uno de ellos sentiría.

Después de haberse leído unas veinte páginas, sus ojos comenzaron a cerrarse y comenzó a bostezar; aunque luchaba por seguir leyendo, no podía así que pensó que ya leería por la mañana; era verano.

Cuando comenzaba a amanecer y los primeros rayos de luz cruzaban su ventana, Marta dormía con una sonrisa en los labios y el libro sobre su cama.


Seudónimo: Marino Colón

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