miércoles, 1 de abril de 2009

Obsesionado con Don Quijote


Era una vez un niño llamado Andrés. Tenía nueve años y era moreno, alto y delgado. Tenía los ojos azules como el cielo y la boca grande como un buzón de correos. Era simpático, gracioso y le costaba mucho leer. Siempre iba vestido con chandal, deportes y una gorra de color azul oscuro, porque no le gustaba el color claro.

Vivía en un pueblo muy alejado de la ciudad y estaba poco habitado. El nombre de este pueblo es Arenas de Cabrales. Estaba en plena sierra y, como era tan pequeño, no tenía ni biblioteca.

Había oído hablar de un libro llamado Don Quijote, pero no había podido conseguirlo en su pequeño pueblo. En la escuela le habían leído algunos pasajes de la novela que le habían interesado mucho. Andrés no se quitaba a Don Quijote de la cabeza.

Esa noche Andrés empezó a soñar que él iba con un caballo y salía a la búsqueda de una librería o una biblioteca para conseguir esa novela que estaba deseando leer. De escudero llevaba a su amigo Pablo. A él no le gustaba leer, por lo que iba relatando con cara de pocos amigos.

De pronto, a lo lejos, vio una enorme biblioteca. Dirigió su caballo hacia ella, y cuando se iba acercando... ¡La biblioteca iba desapareciendo! Andrés en su caballo corría y corría desesperado, porque parecía que se le escapaba esa biblioteca y después de tanto esfuerzo éste no iba a servir para nada.

Cuando, de pronto, de tanto correr, Andrés se tropezó, se dio un golpe y quedó inconsciente.

Entonces, Andrés, despertó del sueño. Se había caído de la cama, y al caer se había dado un fuerte golpe en la cabeza con la mesilla de noche. Al ruido de la caída había acudido su madre, que trataba de ayudarlo con cara preocupada. Andrés recordaba aún su aventura. Mañana mismo tenía que conseguir ese libro como fuese.

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