Solo había un niño, Andrés, que creía en un mundo de libros. Un día les dijo a sus compañeros que los libros no eran una tontería y que los libros nos enseñan muchas cosas.
Andrés tenía una gran amiga, Elena. Era una de las chicas más guapas del colegio y además le gustaba leer libros.
Pero no todos estaban de acuerdo que leer es una fiesta; Tomás, otro compañero de su clase, que no quería leer, decidió hacer un grupo de niños y niñas que estuvieran en contra de la lectura.
Tomás sabía que Elena era amiga de Andrés y pensó que si Elena se unía al grupo “Leer no es una Fiesta” le haría mucho daño a Andrés.
Tomás le dijo a Elena que se uniera a su grupo. Elena le dijo que no, que a ella le gustaba mucho leer y además Andrés era su amigo.
Tomás se fue muy enfadado.
En la Biblioteca del Colegio sorteaban un lote de libros infantiles y de fantasía. El sorteo se hizo después de una fiesta de disfraces. La papeleta premiada fue la de Tomás. Pero como Tomás no sabía leer no pudo recibir el premio. Tomás se puso muy triste porque los libros sorteados eran muy bonitos y además era su colección favorita.
Tomás le dijo a Andrés que le enseñara a leer. Andrés aceptó encantado y junto con Elena le enseñaron a leer.
A los pocos días Elena hizo una fiesta en su casa e invitó a Andrés y a Tomás. Juntos pasaron un gran día y se convirtieron en buenos amigos.
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