miércoles, 15 de abril de 2009

¿LOS CONOCES?


Érase una vez un niño llamado Alfredo. Él iba casi todos los días a la biblioteca, le encantaba leer. Un día estaba allí buscando qué libro podía coger, pensaba: El Quijote… pero es muy largo. Platero y Yo… pero me pongo a llorar. Después de un rato de indecisión, fue a coger uno y entonces escuchó a un libro hablar.
- El Quijote: Estoy harto de que no me leáis porque penséis que soy muy largo, la cuestión no es que sea largo o corto, lo importante es lo que llevo dentro, mis letras, mis bonitas historias… No os fijéis sólo en mi cuerpo.
Alfredo se quedó sorprendido de lo que acababa de ocurrir, no imaginaba que un libro pudiera hablar.
Empezó a hablar Platero y Yo: Es verdad, estoy de acuerdo con él. No importa si te hago llorar, porque si lloras es por lo bonito que soy. ¿Tengo razón?
- Alfredo: Sí claro, claro. ¿Cómo podéis hablar? Sois libros…
- El Quijote: Los libros lo pueden todo, no te puedes imaginar las cosas que podemos hacer, como esta (hablar).
- Alfredo: ¿Por qué queréis hablarme? ¿Queréis que os lea?
- Platero y Yo: No es cuestión de que nos leas, es cuestión de que nos disfrutes. Si quieres leernos no lo hagas por obligación, si no por disfrutar.
- Alfredo: Gracias, ya que me habéis dado esta charla, me apetece leeros. ¿Quién desea que lo lea el primero?
Los libros empezaron a decir: ¡Yo! No me leen hace días, quiero ir a nuevas casas y por qué no, ver a libros con chicas y princesas guapas.
Alfredo pensó que podía traer a su amiga Julia y, así, intercambiarse los libros.
Alfredo cogió a los dos libros con cuidado y se los llevó a la recepción. Le dio “Platero y Yo” a su amiga Julia, y él se quedó con “El Quijote”.
Por la noche estaba sentado en la cama e iba a abrir el libro, pero antes de que lo hiciera:
-El Quijote: Si te gusta de verdad mi libro te vas a meter dentro de mí. Mientras leía, ocurrió algo muy raro. Estaba dentro del libro, viviéndolo en primera persona. Alfredo se despertó y se encontró en la biblioteca. Todo había sido un sueño. Alfredo aprendió, de esta forma, que los libros no hay que leerlos por obligación, si no para disfrutarlos.


Seudónimo: Me llamo Copla.

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