jueves, 16 de abril de 2009

Salvemos a los libros, nuestros amigos


Era una mañana despejada, el sol acariciaba las aguas cristalinas del mar, que eran cortadas por el barco en el que viajaban Adela y sus padres. La dulce chiquilla, de no más de doce años, tenía unas ganas locas de comenzar sus vacaciones.
Al caer la noche, se desató una tormenta. El azul del cielo dio paso al gris de las nubes. Cayó un rayo y al instante Adela se percató de que se encontraba en la orilla de una playa. Tendida ante un sol abrasador, pensó en la posibilidad de que todo hubiese sido fruto de su imaginación; pero sabía que no era así. Al rato, unos seres extraños con forma de libro se acercaron.
- ¿Quiénes sois?- preguntó Adela sorprendida.
- Somos los habitantes de este mundo- respondieron casi al unísono.
- ¿Cómo?, ¿no estoy en la Tierra?
- No. Te encuentras en Bookilandia, un mundo lleno de libros y fantasía. Estuvieron un buen rato conversando y uno de ellos le contó a la niña que eran seres vivos que nacían de la mano del escritor, crecían con la ilusión de las personas hacia la lectura y morían si esta ilusión también lo hacía. Hablaron de que el número de libros había descendido brutalmente porque la gente los había sustituido por otras diversiones a veces inútiles.
- ¿Y no hay solución?- preguntó Adela, que cada vez estaba más intrigada.
- Sí que la hay, pero es muy complicada. Se trata de reunir un libro de cada autor que represente a cada país; unirlos todos en uno con la ayuda de la magia y dispersar la fantasía de sus hojas por tu mundo. Sólo tú has sido traída aquí, por tanto, solo tú posees el alma tan limpia como para salir victoriosa. Vuelve a tu hogar y agrupa esos libros.
Pasaron algunos años hasta que Adela lo consiguió, entonces la magia de los libros volvió a llevarla a Bookilandia. Una vez allí, cobraron vida todas y cada una de las obras recogidas. En un santiamén se fusionaron en una sola; que viajó de nuevo a la Tierra para expandir la imaginación e ilusión que contenían sus hojas.
- Te damos gracias, Adela. Has salvado nuestro planeta de la destrucción. Ve al tuyo y recuerda que lo que has hecho no nos protege eternamente, la gente debe recordar que, aunque en vuestro planeta no estamos vivos, necesitamos cuidado y atención.
Adela vivió tranquilamente con sus padres, que nunca creyeron su aventura. Un tiempo después, Adela descubrió que el lugar que había visitado no estaba en el universo, sino en el corazón.

Seudónimo: La pequeña escritora

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