- ¡Qué aburrido era estudiar matemáticas! – pensaba Laura mientras miraba el libro.
Hasta que pasó la página y de repente todos los números se estaban moviendo. Laura se quedó alucinada mirando el libro y lo cerró de golpe. Una vocecilla empezó a chillar gritando que abriera el libro, que estaban aplastados. Ella lo abrió y …¡ los números se movían!, pero lo que más le impactó fue que estaban montando una fiesta: el 1 llevaba una mesa; el 2, dos bowls llenos de gominolas; el 3 estaba colocando una piñata; el 4, cuatro guirnaldas de colores; el 5 llevaba cinco botellas de refresco; el 6 estaba probando seis cd´s de música superbailable; el 7, muya atareado estaba colocando siete globos; el 8 trajo ocho gorritos de fiesta y el 9, puso en su sitio nueve sillas. Todos colaboraban.
Laura siguió pasando las hojas y todas estaban en silencio, salvo la 23, que era el lugar de la fiesta. De pronto, hacia la 50 oyó un ruidito, como si alguien llorase. Pasó las hojas y encontró al cero llorando. Decía que nadie lo quería, que como no valía nada, no podía llevar nada a la fiesta. Laura lo consoló y lo llevó hasta la página 23 y les explicó a los demás que valía más que todos porque si se ponía a la derecha de cada uno de ellos ya podían llevar diez cuencos de palomitas, veinte bolsas de gusanitos, treinta caramelos de menta, cuarenta esponjitas, cincuenta bolitas de anís, sesenta canciones para bailar, invitarían a setenta palabras, ochenta bombillas de colores y noventa serpentinas. Así, con todos los números, la fiesta comenzó.
De pronto Laura empezó a escuchar su nombre de fondo, cada vez más cerca. De repente abrió los ojos y se dio cuenta de que su madre la estaba llamando. Abrió el libro para ver si había sido un sueño y un montón de confeti cayó del libro.
Hasta que pasó la página y de repente todos los números se estaban moviendo. Laura se quedó alucinada mirando el libro y lo cerró de golpe. Una vocecilla empezó a chillar gritando que abriera el libro, que estaban aplastados. Ella lo abrió y …¡ los números se movían!, pero lo que más le impactó fue que estaban montando una fiesta: el 1 llevaba una mesa; el 2, dos bowls llenos de gominolas; el 3 estaba colocando una piñata; el 4, cuatro guirnaldas de colores; el 5 llevaba cinco botellas de refresco; el 6 estaba probando seis cd´s de música superbailable; el 7, muya atareado estaba colocando siete globos; el 8 trajo ocho gorritos de fiesta y el 9, puso en su sitio nueve sillas. Todos colaboraban.
Laura siguió pasando las hojas y todas estaban en silencio, salvo la 23, que era el lugar de la fiesta. De pronto, hacia la 50 oyó un ruidito, como si alguien llorase. Pasó las hojas y encontró al cero llorando. Decía que nadie lo quería, que como no valía nada, no podía llevar nada a la fiesta. Laura lo consoló y lo llevó hasta la página 23 y les explicó a los demás que valía más que todos porque si se ponía a la derecha de cada uno de ellos ya podían llevar diez cuencos de palomitas, veinte bolsas de gusanitos, treinta caramelos de menta, cuarenta esponjitas, cincuenta bolitas de anís, sesenta canciones para bailar, invitarían a setenta palabras, ochenta bombillas de colores y noventa serpentinas. Así, con todos los números, la fiesta comenzó.
De pronto Laura empezó a escuchar su nombre de fondo, cada vez más cerca. De repente abrió los ojos y se dio cuenta de que su madre la estaba llamando. Abrió el libro para ver si había sido un sueño y un montón de confeti cayó del libro.
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